Muchas
dudas despertaba el último megaproyecto del siempre eficiente Guillermo del
Toro. Robots gigantes contra enormes monstruos ¿Podía salir algo bueno de allí?
¿Nos tendríamos que contentar con el enésimo clon de Transformers? Nada más lejos de la realidad. Del Toro vuelca todas
sus filias en un cocktail difícil de rechazar. Porque Pacific Rim no solo resulta el blockbuster más espectacular de la década sino que ofrece mucho cine y de
calidad. Guillermo Del Toro no oculta sus múltiples referencias
sino que las convierte en el pilar central sobre el que sostiene un
espectacular circo de tres pistas que desea que contemplemos en todo su
esplendor. No se contenta, como la gran mayoría de superproducciones de medio pelo de los últimos años, con mostrar un batiburrillo de acero digital apenas
atisbado bajo una esquizofrénica cámara (el gran mal de nuestros días). Una
excelente dirección que consigue desbordar la pantalla gracias a sus
imaginativas composiciones de plano y a una bellísima fotografía a cargo de Guillermo
Navarro, una banda sonora que consigue que tu corazón lata al ritmo de los
combates, que eleva la épica de la historia hasta niveles insospechados gracias
a una inspiradísima mezcla de sonido que te permite vibrar con los
encontronazos robóticos sin que se diluya la música que la acompaña. Y, por
supuesto, unos efectos especiales que sencillamente, deslumbran. Aunque todo quedaría en agua de borrajas sin unos actores que se ganaran nuestro interés y nadie sabe mejor de esto que Idris Elba, quien desborda carisma en cada gesto y épica en cada discurso, eclipsando a todo el que se atreve a compartir plano con él.
No
nos engañemos, Pacific Rim no busca
ser la película oscarizable de esta temporada. Su meta es sencilla, que no simple:
convertirse en un gigantesco divertimento sin complejos y a fe que lo consigue.
La historia, aun predecible, resulta épica, emotiva y, sobre todo, divertida,
narrada magníficamente y engarzada por una colección de escenas de acción que
nos dejarán preocupados por intentar recuperar la respiración tras cada una de
ellas. Porque Pacific Rim, por encima
de todo, es un monstruoso collage de escenas de acción que harían palidecer a
las más grandes del género. Algunos de los enfrentamientos entre jaegers y kaijus son tan épicos, tan exquisitamente tratados, con tal sentido
de la épica que no será difícil encontrarnos regocijándonos en nuestras butacas
como si fuéramos de nuevo niños de siete años. Y no es casualidad. El director
conocía perfectamente el material que tenía entre manos, sabía perfectamente
dónde colocar la cámara en cada momento para captar el más memorable fotograma,
dónde elevar la música, dónde asestarnos el golpe emocional con triunfales
discursos. Del Toro habla directamente a nuestro yo más íntimo, maneja los
resortes que nos hacen gritar “guau” en mitad de una sala de cine y durante dos
horas nos invita al mejor espectáculo del mundo. Una combinación de ciencia
ficción, acción, humor y aventura que nos dejará sin aliento, nos emocionará,
nos hará saltar de los asientos y por lo que solo podemos decir: gracias,
Guillermo.
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