14 marzo 2014

OCHO APELLIDOS VASCOS


      Llega a nuestras carteleras un cóctel que dificilmente podría dejar pasar. Emilio Martínez-Lázaro, Borja Cobeaga y Dani Rovira en una cinta que pretende adscribirse a la senda de lo que podríamos llamar “la nueva comedia española” (aunque si somos sinceros poco tiene de nueva). ¿Resulta suficiente la unión del talento de estos profesionales para sacar adelante un producto digno y a la altura de la locura que quieren transmitir?.

      Me preguntaban hace poco por ese concepto cinematográfico tan poco esclarecedor como el de los “placeres culpables”. En teoría habla de malos productos que uno disfruta (de ahí el remordimiento y la vergüenza de hacerlo público). Como ya he afirmado en otras ocasiones no es un concepto que defienda especialmente pues si disfruto de algo, algo bueno tendrá, caramba, por lo que la vergüenza o la culpabilidad resultan inconsecuentes. Tranquilos, este sigue siendo un blog de críticas (reseñas, opiniones, como prefiráis) pero no se me ocurre mejor manera para empezar la reseña de esta película que me ha divertido y decepcionado a partes iguales.

      Y es que Ocho Apellidos Vascos pretende ser una comedia romántica alocada en la que un caricaturesco sevillano queda prendado de una muchacha vasca de mal carácter y por la que no dudará en cruzar el país para conquistarla. Una mera excusa para llevar a cabo una sátira con la que reírse de clichés, estereotipos y prejuicios arraigados desde hace años. Desgraciadamente la fórmula solo funciona a medias. Mientras que los diálogos de Cobeaga en boca de Rovira son ágiles y divertidísimos, con momentos realmente delirantes resueltos gracias al carisma del actor y otras secuencias memorables a cargo de una entonadísima Carmen Machi el resto de la película resulta un producto desganado y de pobre factura técnica. No os equivoquéis. Me he reído en el cine mucho, los actores lo dan todo y sacan oro de las mejores escenas. Sin embargo la película apenas puede recibir con honor esta denominación. Desde el principio, con unos planos aéreos y unas panorámicas que más parecen pruebas de cámara somos testigos de que algo no ha ido bien durante el rodaje.

      La cinta cotinuamente nos hará pensar en una colección de sketches de mayor o menor gracia a la que le cuesta horrores hilvanar una escena con otra de forma medianamente coherente. Y si la historia no consigue sostener el producto, el director no va a hacer nada por impedirlo. Sorprende ver la cantidad de fallos de continuidad, composiciones mediocres y escenas apenas esbozadas que parecen resueltas con la primera toma que grabaron, fuera buena o no. La falta de fuerza y garra de la mayoría de secuencias de la película es alarmante, carente de toda inspiración. La historia hace aguas por todas partes impidiendo que en ningún momento te puedas creer la supuesta trama romántica (ridícula, mal planteada y peor desarrollada) y muchos chistes, aun resultando finalmente graciosos, están introducidos en la película con calzador (lamentable el ejemplo del gag donde el protagonista debe hablar en euskera, no por el gag sino por la nula habilidad del guionista y el director para hacerlo surgir de forma natural).

      Ocho Apellidos Vascos es una película mala, sin excusas. Pobre historia, nefasta dirección, montaje chapucero. Sorprendente si tenemos en cuenta las impecables producciones a las que nos están acostumbrando ultimamente. Pero te ríes, que no es poco. Porque la película no quiere ofender ni sentar cátedra sino sacarte las carcajadas. Y de eso Dani Rovira sabe un rato. Lástima que su debut cinematográfico se produzca en una obra de tan poca enjundia. Ocho Apellidos Vascos es algo a lo que el malagueño nos tiene acostumbrados, un magnífico monólogo cómico. Lamentablemente estirado al máximo para convertirlo en un largo. Al final ni vascos ni andaluces, el único ofendido por la película es el arte cinematográfico.


Nota Esquizofrénica: Risas: 7,5 sobre 10
Película: 4 sobre 10

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